Mi infancia en este día la recuerdo
a los pies de una estatua de Bambino,
esperando a que llegara (¡qué momento!)
Baltasar y su tropel beduino.
Quedábamos los niños Antequera
delante de los ojos vigilantes
de unos padres que entramaban, a la espera,
la sorpresa y la ilusión de los infantes.
Después, con un motín de caramelos,
dejábamos Utrera a las espaldas.
A Enrique, a la Fernanda, a la Bernarda...
Llegábamos a casa del abuelo
y ya estaban pa abrirse los regalos.
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