En las últimas Navidades uno de los regalos que recibí fue "Cien sonetos de amor" de Pablo Neruda.
Fue un obsequio gratificante y práctico puesto que, a parte del placer de leerlo, me brindó una bonita historia y me inspiró el soneto que hoy me atrevo a compartir con ustedes.
Cuando enumeré la generosidad de los de Oriente vía Whatsapp con una amiga (de esas platónicas), ésta rebatió mi lista de ofrendas con su pregunta: "¿Me prestas el de Pablo?".
Lejos de propinarle una vaga y vulgar respuesta; corté un trozo de papel liso de envoltorio, me aferré a un lápiz y escribí... Y escribí hasta completar mi objetivo, y quemé los bordes, y le puse un lazo...
Y conduje la hora entera que me exigía mi destino, de mi casa a la suya, de pregunta a sorpresa. Y, con la ayuda que da el coraje y el disimulo que la noche otorga, dejé caer mi "papiro" en su buzón.
"Cuando el último Rey Mago apareció, yo ya andaba regalando algún soneto...".
Mi primer Soneto (¿para qué engañarnos?)
viajará una hora antes de entregarlo.
No tendrá mi firma, ni será esperado,
ni tendrá el cuarteto el terceto soñado.
Me cuesta escribirlo porque no me aclaro,
no se si debiera ponerlo en tus manos.
Mi primer Soneto (¿para qué engañarnos?)
son solo palabras, no es más que un regalo.
Hay más entre líneas y en lo que no escribo,
pues no hay verso alguno, ni estrofa, ni billo
que pueda expresarte lo que no te digo.
No he comprado nada, porque así me exhibo.
No es menos regalo por no haber recibo.
Si quieres Neruda léelo conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario